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Cartier-Bresson, de geometrías y sentidos

Hasta el 2 de abril se exhibe en La Usina del Arte la retrospectiva Henri Cartier-Bresson: Fotógrafo. Con un centenar de imágenes blanco y negro, esta muestra nos trae el trabajo de uno de los referentes de la fotografía contemporánea del siglo XX, quien recorrió con su cámara Leica la mayor parte del globo. De origen francés, ha relatado los grandes momentos de la historia occidental y asiática con un estilo único, mezcla de instantaneidad y estructuración pictórica.

Por Leandro Ibáñez

“Fotografiar es retener la respiración cuando todas

nuestras facultades se conjugan ante la realidad huidiza;…”


Hoy todos hacemos fotos, fotos hasta el hartazgo. Fotos con el celular y el iPhone, fotos con la compacta y la GoPro, foto selfie, foto snatchat, foto facebook, foto instagram, foto twitter, foto tinder. Foto, foto, foto. Hacer fotos hoy no vale nada, literal y metafóricamente; no tiene costo su captura y su distribución, no cuesta nada y no cuenta nada. Ametrallamos fotos desde que abrimos los ojos hasta que el cansancio los cierra.

¿Somos fotógrafos por el simple hecho de hacer fotos?


Una buena respuesta es Henri Cartier-Bresson. Nacido en Francia en 1908, vivió noventa y seis años, y es conocido por el medio como El Fotógrafo del siglo XX, aunque también supo ser pintor y dibujante en la primera y en la última etapa de su vida. Pero además fue aventurero, escritor, artista, surrealista, operador cinematográfico, prisionero de los nazis, resistente francés en el MNPGD (Mouvement National des Prisonniers de Guerre et Déportés), fotoperiodista independiente, co-fundador de la primer agencia internacional de fotografía (MAGNUM), observador incansable, compulsivo y obsesivo, pensador, esposo y padre.

Muchos lo consideran el padre del fotoperiodismo, aunque se podría considerar que en dicha materia comparte lazos filiales con varios otros padres y madres. Pero sobre todo es distinguido por imponer el orden y la estructura pictórica en toda situación que fotografiaba, creando resultados visuales geométricos, imágenes compositivamente precisas y perfectas. En la obra de Cartier-Bresson nada queda al azar, todos los objetos dentro del plano se encuentran alineados entre sí, nada se cae hacia un lado, ni pesa demasiado, las fuerzas visuales cooperan para una lectura dinámica pero a la vez mantienen al ojo del lector prisionero del relato que muestra. Aunque para muchos, tanta estructura aburre.


Cartier-Bresson fue uno de los pocos fotógrafos que además de realizar una obra fotográfica monumental, reflexionó y profundizó sobre el acto fotográfico. En 1952 publicó su libro Images à la Sauvette, o como lo conocemos los de habla hispana, El instante decisivo. Allí el autor dice “El reportaje es una operación progresiva de la mente, del ojo y del corazón para expresar un problema, para fijar un acontecimiento o impresiones sueltas. Un acontecimiento tiene una riqueza tal que uno le va dando vueltas mientras se desarrolla. Se busca la solución. A veces se halla al cabo de unos segundos, otras se requieren horas o días; no existe la solución estándar; no hay recetas, hay que estar preparado como en el tenis.” Y es que para un fotógrafo de vocación auténtica, un fragmento de su alma queda atrapado en cada imagen creada, su cámara es un mágico artefacto que convierte en materia una emoción que lo atraviesa y lo impulsa a fotografiar. Para este fotógrafo el tiempo y el espacio se detiene en cada click lleno de sentido, lleno de búsqueda, y a veces de angustia. No pretende mostrar el mundo, sino entenderlo, con la esperanza de encontrarse a sí mismo.


El ojo del siglo en Buenos Aires


La actual muestra que se expone en La Usina del Arte da cuenta de la vasta y variada obra de este prolífero autor. Henri Cartier-Bresson: Fotógrafo, inicia en la Sala Laberinto, y continúa en otras seis salas del espacio contiguo, el Museo del Cine. Entre citas textuales de los manuscritos del autor se aprecian ciento treinta y tres obras en blanco y negro y un audiovisual de procedencia analógica.

Los protagonistas de sus imágenes son la gente de a píe. Entre multitudes y pasajes desolados, en eventos de lo más mundanos, que celebran, que caminan lo mismo entre calles de ciudad como entre ruinas y pobreza, que son retratados por la Leica del autor en pleno deslumbre, tanto ante la coronación de un monarca britano como ante el muro más infame de la historia. Cartier-Bresson capturó la intimidad de lo ordinario, de lo común, casi sin ser visto; en sus fotos se lo percibe invisible, escondido detrás de su instante decisivo: es que mente, ojo y corazón se enfilan tan ordenados en una misma línea que el cuerpo que los contiene se vuelve imperceptible.


La muestra se divide en dos grupos que dan cuenta del expertice fotográfico y del ojo atento del artista. El primer grupo, y el más vasto, es la faceta trotamundos de Cartier-Bresson. Allí se pueden ver sus viajes por el norte del continente Americano, una Europa que recorrió desde Portugal hasta la Unión Soviética, la gigantesca Asia, y Egipto. Cartier-Bresson y su inseparable Leica supieron capturar las cicatrices que dejan las guerras, las miserias a las que los regimenes totalitaristas exponen a los hombres y mujeres del mundo, las ridículas divisiones a las que la devoradora política internacional concretan con cemento y púas, como así también supo relatar con imágenes la pequeñez del hombre frente a la inmensidad del paisaje.

El segundo grupo de fotos, más íntimo y autoral, se conforma de una serie de retratos que realizó a escritores, artistas y filósofos. Entre ellos se encuentran los retratos de los artistas plásticos Alberto Giacometti, Henri Matisse y Pierre Bonnard, los literatos Samuel Beckett, Colette y Truman Capote, el filósofo Jean-Paul Sartre, el cineasta Robert Flaherty y el caricaturista Saul Steinberg. Retratos todos en los que capturó “en una fracción de segundo, la emoción que el tema desprende y la belleza de la forma.”


Ser fotógrafo no es no es simplemente disparar y capturar fotos en una tarjeta de memoria de 32 gigabytes. Ser fotógrafo es buscar siempre con el ojo y el alma y muchas veces no encontrar más que la ansiedad de descubrir los efímero del tiempo, lo fugaz de la vida y lo hermoso del presente. Ser fotógrafo es darse cuenta que nada es permanente, entender en lo profundo la vieja paradoja de que ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río. El encanto de Cartier-Bresson es haber capturado ese río cada vez que los cruzó porque sabía que no lo volvería a cruzar nunca más.

“...es entonces cuando la captación de la imagen

supone una gran alegría física e intelectual.”

Henri Cartier-Bresson

Fotografiar del natural

 

Los textos citados provienen del libro “Fotografiar del natural”, Henri Cartier-Bresson. 2003.

Henri Cartier-Bresson: Fotógrafo

Del 21 de Febrero al 2 de Abril

La Usina del Arte y el Museo del Cine

Agustín Caffarena 1, La Boca

Martes a jueves de 14 a 19 h; viernes a domingos y feriados de 12 a 21 h

Nota publicada en Leedor.com

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